lunes, 7 de enero de 2013

Algunos días


Algunos días, de forma casi inconsciente, te busco. 

Te busco en los coches que pasan junto a mí acelerados por la prisa de sus conductores ausentes. Te busco en las aceras, analizo las caras pero ninguna es la tuya. Te busco entre la gente que se apelotona en las calles de esta ciudad que se convierte en superpoblada los sábados por la tarde. Te busco en otras personas y lo lamento porque siento que infravaloro lo que ellas realmente me intentan aportar. Te busco en cada sonrisa que alguien me dedica, pero se me antojan demasiado mustias, asépticas. Te busco en palabras que salen de otras bocas y cuando no te encuentro, me abstraigo; ya no me interesa lo que tengan que decir. Te busco en cada bar porque sé lo bien que nadas en ellos. Te busco cuando bailo acompañada y, entonces, debo liberarme para evitar transmitir la melancolía que me invade. Te busco en el alcohol, en las burbujas de la cerveza, en los hielos de las copas; pero nada de eso sabe a ti, todo resulta amargo y las heridas escuecen más. Te busco  en los andenes repletos, en los vagones de metro que se arrastran a marchas forzadas a la orden del maquinista. Te busco en los portales, en los pasillos, en el eco de las escaleras desiertas. Te busco en mi cama, entre las sábanas, bajo el colchón; sin embargo, siempre me despierto sola. Te busco en los cajones, los vacío y los vuelvo a llenar, por si me he dejado algún rincón sin registrar. Te busco en el armario; quizá olvidaste algún pedazo de tu piel entre mis vestidos. Levanto las alfombras, muevo los muebles, corro las cortinas. Pero nunca hallo nada y me canso de buscar. 

Agotada, me detengo y, sólo entonces, consigo recordar. Ya sé dónde encontrarte. Sí, ahí. En cada melodía, en cada letra, en cada nota. En las canciones tristes, en las alegres, en las duras y hasta en las que no entiendo. En las que hacen reír y en las que provocan tormentas de lágrimas. Así que tomo aire y descanso. Vuelvo a concentrarme, a ser consciente de lo que me rodea. La indiferencia regresa y, al fin, me permito olvidar. Ya no me acuerdo de por qué todo está revuelto en mi habitación.