sábado, 23 de junio de 2012

El péndulo

Un péndulo. Un sistema físico que puede oscilar bajo la acción gravitatoria y otra característica física y que está formado por una masa suspendida de un punto o de un eje horizontal asegurado mediante un hilo, una varilla, u otro dispositivo (sí, Wikipedia).

El punto del que cuelga esta masa es fijo, no varía en el tiempo. Siempre es el mismo y, sin embargo, el objeto colgante oscila, se mueve, se desplaza con un movimiento periódico que puede llegar a mantenerse de forma continuada en el tiempo si no encuentra impedimento alguno a su avance. El peso oscila entorno a una posición de equilibrio, pero nunca permanece en ella, sólo pasa de largo en su recorrido hacia los extremos, a los que vuelve una y otra vez, impulsado por una fuerza que él mismo no puede controlar. El equilibrio, por tanto, existe pero nunca es permanente, sino una situación transitoria. Es más, toda situación del péndulo es transitoria, izquierda, derecha, centro y cualquier posición intermedia no son más que ilusiones que no alcanzan a durar ni un segundo, dependiendo esta permanencia, claro, de la velocidad del desplazamiento.

El funcionamiento del ser humano guarda siempre cierto paralelismo con la ciencia y las reglas físicas que la sustentan. El individuo tiene algo de pendular, seguramente alguno más que otro; ya sea en ciertos comportamientos, pensamientos o sentimientos.

Sentimientos oscilantes. La risa, el bienestar a la derecha; el llanto, el desasosiego a la izquierda y una aceleración variable del objeto suspendido entre ambas emociones. El movimiento es provocado a una velocidad diferente, no sólo distinta para cada persona; en un mismo sujeto la vigorosidad del impulso puede variar según la época, el momento. En cualquier caso, no es factible un parón en ninguna de las posiciones. Ahora bien, cuando la velocidad alcanza límites vertiginosos, el equilibrio, aunque normalmente pasajero, se vuelve casi inexistente. Esta imperceptibilidad del mismo puede convertirlo, en ocasiones, en fin altamente codiciado, como todo aquello que se desea y de lo que no se dispone, lo que a su vez posiblemente contribuirá aún más a la aceleración del desplazamiento.

Comportamientos pendulares. Alcanzar el extremo en una acción, con una decisión, ya sea acertada o errónea, y retornar al lugar de inicio. La fuerza que le impulsa, sea cual sea, impide al individuo detenerse en esa posición contraria a aquella tendencia, volviendo a la ejecución del mismo acto, la idéntica disposición ante un evento de parejas características, en cuanto ha transcurrido el tiempo suficiente para que se vea arrastrado hasta una tesitura análoga. No hay resistencia; la repetición está prácticamente asegurada.

Por supuesto cabe decir que lo escrito son exclusivamente analogías que se le pueden ocurrir a cualquier hijo de vecino y alguna vuelta de tuerca que probablemente esté de más. Esperemos el hombre no está condenado a la redundancia, aunque si se repasa la intrahistoria de cada uno seguro algo de razón se le podrá atribuir a los párrafos anteriores.

Finalmente, y para concluir la disertación, algún uso había que conferirle al ya famoso instrumento. Punto extremo tras punto extremo, estado de equilibrio tras estado de equilibrio, la oscilación araña el tiempo, le arranca un pedazo en cada vaivén, por eso el péndulo sirve precisamente para medirlo. Otros usos de este aparejo pueden considerarse menos útiles e incluso de dudosa lógica. Péndulos que alojan en su interior testigos para encontrar objetos, personas y hasta mascotas, péndulos de adivinación, a los que puedes ejecutar consultas y, si ésto es así, con certeza existirán péndulos con los que se pueda establecer una relación, su índole ya depende de la afinidad que la persona en cuestión tenga con el aparato y, como no, la habilidad alcanzada en el manejo del mismo.





domingo, 3 de junio de 2012

Remar

De nuevo el mar.
Quizá sea el mismo mar únicamente disfrazado con otro nombre, oculto en un lugar distinto.
Puede que este agua que veo ya la vieran antes mis ojos, aunque no la reconozcan.
Tal vez el puzle de espuma que surca la superficie no me resulte del todo ajeno, al fin y al cabo.




Las ondas que arduamente batallan,
Que empujan las piedras inertes,
Ya batieron otras rocas más al sur.
El agua silenciosa, 
pero al mismo tiempo bramante,
Ruge y muestra su cólera.
Y tras romperse en blancura,
Bandera de rendición,
El mar se retira abatido,
Apesadumbrado barre el fondo.
Arrastra arena, conchas y cristales,
Secuestra miedos, enjuaga mentiras,
En su oscura transparencia no hay secretos;
El mar sólo conserva verdades.