jueves, 15 de marzo de 2012

Ver en la oscuridad

Desde el árbol, oteaba el horizonte en la opacidad de la noche. Allí donde todo parecía de color negro, él podía ver y sentir.

Durante el día, tenía miedo de que lo que le rodeaba permaneciera tan luminoso que sus ojos se cegaran eternamente. Mantenía las alas plegadas mientras el resto de las aves alzaban su vuelo al sol y, entonces, las envidiaba a todas y cada una de ellas. Escuchaba el aleteo a su alrededor, los graznidos, los cantos y sabía que no podía acompañarles. Le habían contado que algunas incluso emigraban a otras tierras durante el período invernal, para volver con el buen tiempo. Otras, cazaban en el agua o incluso sabían nadar. Grandes hazañas frente a la impotencia de la que él se sentía dueño.

Se irguió alertado por un ruido cuya procedencia no era capaz de distinguir, giró su cuello para localizarlo, pero pareció perderse en la lejanía. Y en aquel instante, se dio cuenta. Esas señoritas que volaban con la luz ahora se estremecían en sus nidos, muertas de miedo por la negrura inexorable. Mientras, él estaba allí, viendo lo que nadie podía ver, oyendo lo que nadie podía oír. Quizá viviera en una oscuridad permanente, era consciente de que nunca percibiría la realidad tal y como lo hacía el resto, pero aquella era su propia realidad, más lóbrega y sombría, pero le pertenecía. Se sintió poderoso y dueño de sí mismo. Extendió las alas y las batió al mismo tiempo que sacudía su cuerpo. Era el momento; se desplomó sobre las tinieblas para buscar su próxima presa.


jueves, 8 de marzo de 2012

Música y señales

No sé si la música te elije o a ti o tú la elijes a ella. A veces dudo. Puede que esa canción lenta, de acordes rotos, suaves, que desgarran, que casi duelen, se reproduzca en tu mp3 en un momento dado de forma aleatoria, sin ninguna explicación. Puede que el hecho de que en un instante las notas bailen al son de tu estado de ánimo no tenga nada que ver con las señales, ni con nada incomprensible o profundo. Puede, también, que los latidos de esa canción que consigue provocarte una sonrisa no estén sincronizados con el sol espléndido de la tarde. Quizá las lágrimas vengan primero, la música después; pero en ocasiones es al revés.

Nada como la música para alegrarte, para relajarte, para recordar, para divagar. Bailar en sueños al compás de una melodía, dejar a tu mente imaginar toda una historia tejida con hilos invisibles. Y se acaba. Y llega otra, pero esta vez las notas no encajan en el puzle, la canción no tiene sentido en ese momento y tu cerebro parece rechazarla. Ahí la tienes, sabes que te gusta, que es fantástica, pero tus neuronas no la admiten porque, sencillamente, no es el tiempo para esa letra, para ese ritmo. A veces llega un límite en el que te encuentras con una lista de canciones inacabable y no haces más que escuchar dos, o tres. El resto te encantan, pero no conectan contigo ahora, son canciones que sientes van “a contracorriente”.


Canciones como señal; vinculación directa con un hecho pasado, con una persona, con una situación. ¿Existen las señales? ¿O existe la interpretación que nosotros hacemos de lo que vemos? ¿Significa algo que hayas visto el mismo modelo de coche casi todos los días desde hace un mes? ¿O es que tú necesitas darle un significado? Lo desconocido, el destino, las predicciones, lo místico y exotérico. ¿Y el horóscopo? ¿Y los signos del zodiaco? ¿Y las cartas astrales? No crees en esas cosas hasta que un día lees las supuestas características de las personas propias de tu signo y las encuentras hasta acordes con tu personalidad, con cómo eres o crees ser. Luego, lees las de algún conocido y también te parecen encajar, así que al final lo dejas, no sea que lo acabes creyendo de verdad.

¿Por qué hoy? ¿Por qué me ha pasado esto ahora? Y por qué no. Lo que cuenta no es lo que ocurre, sino la interpretación que le damos y ésta, a su vez, depende de cómo nos sentimos, de nuestro ambiente, de nuestra intrahistoria. 
Todo depende y, al fin y al cabo, si quieres, cualquier suceso puede convertirse en una señal.