miércoles, 2 de noviembre de 2011

La luz de la vela


“Quizá vivir sea esto: perseguir instantes que mueren” (La elegancia del erizo, Muriel Barbery).

Hoy he encendido una vela. Una sola porque esta noche soy yo sola y, la verdad, no siento que necesite a nadie más.

Corremos tras momentos que nos apetecen, que ansiamos; queremos aquello que se nos antoja. Por ello, mismamente, hacemos un viaje, que en otra ocasión pudiera parecernos largo y tedioso, como si tan sólo estuviésemos bajando a la tienda de la esquina a comprar el pan. Vivimos el objeto de nuestra búsqueda sin apenas darnos cuenta, saboreando lo justo, porque en el mismo instante en que sucede todo no somos conscientes de la carrera de fondo que siempre gana el tiempo. Después, cuando estamos solos con nosotros mismos y rememoramos ese pasado surge la añoranza; todo lo bueno parece mejor y todo lo malo se vuelve borroso. Es la magia del recuerdo.

Me encantaría tener un mando como el de las televisiones de hoy en día, con miles de botones para poder controlar al señor tiempo. Congelaría instantes, rebobinaría en muchas ocasiones y otras, sin embargo, aceleraría el paso de las horas. Volvería a las risas, las bromas, los besos, las caricias, las noches que se hacen día sin haber querido cerrar los ojos y, también, apresuraría las agujas de mi reloj para asomarme al futuro, aunque únicamente fuera para saber qué es lo que me depara. No obstante, si lo pienso, ahí está la gracia, ¿no? En no tener idea de lo que nos aguarda mañana, en dejar que las cosas fluyan.

El tiempo y sus misterios. No tengo mando, pero no me quejaré, que al menos tengo memoria, folios y bolígrafos. Ah, y ordenador, claro.

2 comentarios:

  1. Dicen que los fotógrafos tienen la necesidad de capturar momentos y atraparlos en el tiempo, eso es lo que les lleva a pulsar su disparador...

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  2. Cada uno guarda el tiempo en el envase que quiere ;)

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