No te
diste cuenta. No te diste cuenta de que te encontré y tú podías haberme
encontrado, pero me perdiste mucho antes de hallarme. No te diste cuenta, y no
te has percatado aún, de que por mucho que busques no vas a poder llenar ese
enorme agujero negro que guardas, que las caricias sin significado no encierran
ninguna medicina contra la soledad. No te das cuenta de que los rebaños, las
multitudes, no son más que un espejismo de ruido y máscaras. No te das cuenta
de que los muros se construyen, no vienen instalados sobre nuestros cimientos.
No te diste cuenta de que tu risa, mi risa, se entendían; de que tus ojos, mis
ojos, estaban compenetrados; de que tu piel y mi piel se fundían. No te
enteraste cuando tus labios y mis labios se hablaron, se susurraron y enseguida
supieron. No estabas atento cuando tu mano desobediente buscó la mía. No te
diste cuenta de que podíamos haber seguido riendo, charlando, bailando, por más
tiempo, por más noches. No llegaste a comprender que no buscaba más eternidad
que la de los instantes que de vez en cuando nos brindaba la luna. No advertiste lo difícil que
resulta encajar las piezas de un puzzle, que los salientes penetren suavemente en
los entrantes, que las figuras tomen forma y sentido por sí solas. No te diste
cuenta y ahora... Ahora, por suerte o por desgracia, ya da igual.
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