lunes, 28 de noviembre de 2011

Maldito miedo


Tengo que decirte algo: no quiero verte más. Siempre que te creo perdido, extraviado, desaparecido, vuelves para recordarme que existen trabas, que los “peros” me persiguen.
Te olvido los martes, los miércoles, los jueves, los viernes y los sábados. No me acuerdo de ti las noches de desenfreno, las mañanas ocultas en la niebla o las tardes de amigos y café. Sin embargo, los domingos y los lunes te presentas así, como si nada. Todo sucio, ajado, con la cabeza gacha. Entonces, nos fundimos; te disuelves en mí como el azúcar en la leche caliente. La luz se vuelve tenue, me rodea la penumbra. Me pesa el cuerpo, la cabeza, las ideas y me duelen hasta las venas. Más allá todo es oscuridad. Va a ir mal. No voy a conseguir esto, no voy a tener aquello, nada será como espero.
Maldito tú, miedo. Me retienes, me sujetas, me susurras al oído que la vida pasa y no llegaré a ninguna parte. Aspiras mis ideas, absorbes mi frescura, me robas la sonrisa. Me bloqueo. Luego pasan las horas y te escabulles. Una vez más te has burlado de mí con tu cinismo. Lo peor de todo es que te creo. Por eso aún existes, porque temo que todos los augurios con los que me atormentas se hagan realidad.

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